Nazismo y adolescencia. Ideología y simulacro en el metal

03/Jun/2011

Brecha, Joaquín Venturini

Nazismo y adolescencia. Ideología y simulacro en el metal

3-6-2011
NAZISMO Y ADOLESCENCIA ESCRITO POR: Joaquín Venturini
PUNK
Desde sus comienzos el heavy metal ha sido asociado con el satanismo, la magia y los poderes sobrenaturales del mal. Las bandas que marcaron la historia entre los setenta y los noventa construyeron leyendas con sus vidas, en las que abunda el exceso de alcohol, cocaína, heroína… Pero la potencia tanática del metal no conoció sus formas más extremas hasta finales de los años ochenta, cuando nace el black metal en Escandinavia.
Hasta entonces el trash metal de Slayer era la elección más pesada en el espectro musical del metal. Slayer ya había abandonado el canto melódico como una obligación del vocalista, pero los gritos limpios de Araya aún estaban lejos de convertirse en los sonidos guturales del death y el black metal.
Odio, muerte y misantropía. No hay modo más sencillo de decirlo. Esa potencia tanática se intensifica en diferentes grados desde el heavy metal clásico hasta las evoluciones más extremas en los noventa. Del amor perdido a la necrofilia, de la “simpatía por el diablo” al satanismo manifiesto, y del resentimiento latente al odio incontenible. O también: de la metáfora a lo literal, de lo sofisticado e incorpóreo a la violenta materialización del sentido.
Es sabido que los metaleros son extremadamente cerrados a otros géneros musicales, y es conocido su desinterés hacia cuestiones que no conciernen directamente a su universo estético. Hay algo muy intolerante en esta sustancia densa y homogénea: todo lo que no puede ser incorporado a la imaginería propia es vivido como una amenaza inminente. Paranoia de la identidad. Paranoia de lo uno o de lo mismo. Aquí está el sadismo del metal: el amo impone un orden que responde únicamente a su voluntad. No hay negociación, ni transacción ni concesión al otro. El espíritu del metal no reproduce un orden de justicia (un orden simbólico), sino un orden básico, primitivo, anterior a la presentación del bien: el orden de la fuerza. Por la fuerza, el otro es privado de su condición de sujeto, degradado al rango de objeto absoluto. Sólo se le permite un atisbo de conciencia y sensibilidad, suficiente para sentir lo real sin pantalla sublime alguna: él (el otro) no es más que un esclavo impotente dominado por un amo sin misericordia. Es probable que este sea el tópico que más fascina del metal.
Hay también una intención de desenmascarar. El sonido brutal busca abolir la hipocresía de los preceptos elevados de la cultura: salvación, felicidad, amor, comprensión, perdón… ideales sublimes que recubren y velan el núcleo real de nuestra naturaleza: el deseo por imponernos y prevalecer a la fuerza, y el placer que ello nos brinda. La guerra sería la expresión más pura del espíritu humano y la civilización no más que un telón, un protector con imágenes curativas, para ocultar nuestra naturaleza salvaje y obscena a los propios ojos.
El CÍrculo Interno o el nacimiento del black metal. Del silencio de las interminables noches escandinavas, mezclado con feroces relatos de conquistadores vikingos y el sonido brutal del trash anglosajón, nace el black metal.
Los ritmos más acelerados del trash son lo corriente en el black, mientras que la distorsión de guitarra se potencia hasta ensuciar el sonido y tornarlo confuso. La base metalera es acompañada las más de las veces por un teclado que genera un ambiente de misterio y suspenso, el toque melódico que lo diferencia definitivamente del death metal. Las voces dejan atrás el canto melódico aún presente en el trash para abocarse por entero a los gritos infrahumanos de tipo gutural.
Oslo, 1984. El bajista Jørn Stubberud, el baterista Kjetil Manheim y el guitarrista Øystein Aarseth forman Mayhem. Tras una seguidilla de vocalistas que no duran en el puesto, Per Yngve Ohlin (apodado “Dead”) se convertiría en el legendario cantante de Mayhem, entre 1988 y 1991, año en que se suicida. Ohlin hace fama rápido por flagelarse en el escenario, debiendo ser internado más de una vez por excesiva pérdida de sangre. Se rumorea que antes de cada concierto entierra durante varios días la ropa que va a usar en el escenario, para oler la esencia del mundo subterráneo, y que aspira el aire de una bolsa que contiene un cuervo muerto para impregnarse del olor a descomposición. Incluso sus compañeros lo consideran inestable. Aarseth cree que es esquizofrénico, de modo que el suicidio de Ohlin no le sorprende en absoluto. “Sabía que sucedería algún día”, diría más tarde a los medios.
Oslo, 1991. La noche del 1 de abril Aarseth irrumpe en el departamento de Ohlin y lo encuentra muerto en el suelo del líving, con el cráneo abierto y las venas cortadas. Sólo una nota como explicación: “Perdonen por toda la sangre”. Luego se sabrá que Ohlin se cortó las venas para morir, pero impaciente por la tardanza optó por dispararse a la cabeza. Antes de avisar a la policía, Aarseth sale a comprar una cámara fotográfica desechable, vuelve a la escena de muerte y toma fotos. Se esmera en perfeccionar la escena. Reacomoda muebles, mueve lámparas, mejora la inclinación de la luz. Las imágenes acompañarán la edición del disco semioficial Dawn of the Black Hearts (1995). Aarseth fabrica un collar con trozos del cráneo de su compañero. Se dice incluso que cocina trozos de su cerebro y los come. No mucho después, Aarseth correría una suerte aun más atroz.
La importancia de Aarseth en el desarrollo del black metal y de los acontecimientos violentos que lo rodean excede a su rol de músico en Mayhem. Helvete (Infierno), la disquería de venta de música exclusiva de metal extremo, es un negocio próspero mientras permanece abierta en los suburbios de Oslo (1991-1993). Con lo recaudado, Aarseth amplía el local y funda el sello discográfico Deathlike Silence Productions, con su sala de ensayos equipada para grabar. El lugar funcionó como centro de reunión de las más importantes bandas de black metal de la escena noruega de entonces: Mayhem, Burzum, Emperor, Darkthrone, Immortal, Enslaved. Así nace el Círculo Interno, que sueña con la total y definitiva erradicación del cristianismo en Noruega y la revitalización de la cultura nórdica pagana.
Hacia principios de los noventa, cuando Mayhem es consagrada como la mayor banda de black metal en Noruega, comienzan los incendios de iglesias y la profanación de cementerios. Las autoridades no conocerán la identidad de los responsables hasta que el asesinato de Aarseth atraiga los focos a los húmedos sótanos de Helvete.
El liderazgo de Aarseth en el Círculo Interno llegaría a ser cuestionado por uno de los miembros más jóvenes del Círculo, Varg Vikerness, único integrante y fundador de Burzum. Aarseth prefiere un perfil satanista bien marcado en la imaginería del black, mientras que Vikerness cree que el verdadero anticristianismo sólo puede venir de la mano del paganismo, ya que el motivo del ángel caído no sería más que el reverso vengativo de una misma mitología judeo-cristiana. El nuevo comienzo sólo podría levantarse sobre las cenizas de los símbolos del cristianismo. Esta diferencia da lugar a dudas, titubeos y desconfianzas. Aarseth se niega a producir el segundo álbum de Burzum y asegura a sus amigos que lo matará.
Noche de agosto, 1993. Vikerness conduce por la carretera desde Bergen, ciudad en la que vive, rumbo a Oslo. Se dirige al departamento de Aarseth. Llama a la puerta. Insiste. Se abre. “Tenemos que hablar”, y blande un manojo de papeles arrollados ante las narices de Aarseth. “Hay cuestiones del contrato que hay que aclarar.” Intercambian saludos reservados. Vikerness pasa. Aarseth se disculpa, tiene algo en el fuego. Es el momento. Vikerness saca el puñal que lleva en su chaleco interior. Se dirige sigiloso a la cocina. Aarseth le da la espalda. Vikerness lo apuñala. Una, dos… veintitrés veces. Torrentes de sangre tiñen el piso de carmesí. El asesino huye con su cómplice, pero olvida el contrato, la excusa para que Aarseth lo dejara pasar, y la evidencia lo condena. Fue sentenciado a 21 años de prisión por homicidio premeditado, por causar incendios en Oslo, Skojold y Asane, y por incendiar la torre de la iglesia Strenveit en Bergen.
El caso Aarseth-Vikerness atrae la atención de las autoridades y de los medios en toda Europa. Las acciones del Círculo Interno salen a la luz. La prensa los llama “Círculo Negro”, “Mafia del Black Metal”, “Terroristas Satánicos” y “Milicia del Black Metal”, entre otros títulos. Son responsables de las profanaciones de tumbas y de los incendios que redujeron a cenizas antiguas catedrales que databan de la Edad Media. Y en los sótanos de Helvete: vómitos, excrementos, animales muertos. De las paredes colgaban armas que emulaban antiguas espadas vikingas, cruces invertidas al estilo satanista… y esvásticas nazis.
Fue el fin del Círculo Interno de Helvete, pero no de las acciones vandálicas del black metal en Noruega. Por el contrario, el pequeño mundo secreto de Helvete ahora era primicia en las noticias. El seguimiento del juicio a Vikerness lo convirtió en una estrella del black (y no su música), los medios dramatizaron y amplificaron los hechos violentos hasta darles una grandeza épica que sólo puede nacer de la narración. Se los llamaba “satanistas”, “hijos del demonio”, “príncipes de la oscuridad”. A los más destacados en la quema de iglesias se los llamaba por su apodo: “blacker”. Se hizo de un hecho violento e inusual un espectáculo de magia y horror.
Los efectos no se hicieron esperar. Tras el encarcelamiento de Vikerness, la quema de iglesias se extendió por toda Noruega: en tan sólo un mes fueron incendiadas siete catedrales. Y el número de bandas creció hasta convertir a Noruega en el país más grande en producción de black metal.
Entre 1992 y 1998 fueron quemadas 52 iglesias y profanadas más de 15 mil tumbas, de las que se exhumaron los cuerpos y se pintaron las lápidas con símbolos, cruces invertidas y pentagramas. Varios curas recibieron amenazas de muerte, aunque no se cumplieron. En realidad, el costo de vidas humanas se redujo al suicidio de Ohlin, el asesinato de Aarseth y la muerte de un bombero. La quema de iglesias continúa hasta hoy, y es apoyada por Gorgoroth, una de las bandas más conocidas de black metal en el mundo.
La EsvÁstica como sÍmbolo del mal. El National Socialist Black Metal (nsbm) es una organización con su propia página web que nuclea a las más conocidas bandas de black que adscriben a este movimiento. Adjudica sus orígenes a Varg Vikerness antes que a nadie, aunque la fusión de las esvásticas con las cruces satanistas es parte de la imaginería del Círculo Interno y no una invención individual del asesino de Aarseth. Pero fue Vikerness quien, convertido en celebridad mediática, alentó los ideales neonazis desde la prisión. Se dedicó a estudiar la mitología nórdica y afianzó sus creencias en el odinismo, así como la convicción de una pureza espiritual y racial en las etnias de origen protogermánico. Pero el nsbm no nace de una sola persona. Forman parte del tótem los grupos Absurd –arrestados por asesinar a un chico judío de 15 años–, los polacos Gontyna Kry, Kataxu y Ohtar, los estadounidenses I Shalt Become, y los alemanes Graveland, por mencionar los más conocidos.
La conjunción de estos símbolos es probable que provoque más horror que las cruces invertidas o los pentagramas. Y no es para menos. Mientras que el satanismo es un fenómeno contracultural urbano, más simbólico que real en el heavy metal, el nazismo creó los campos de concentración, el holocausto judío y la guerra más sangrienta en la historia de la humanidad.
Cabe señalar que tanto el satanismo como el nazismo estaban condensados en una misma imaginería contracultural en el Círculo Interno. Aquellos personajes violentos y atormentados querían vivir como sonaban sus canciones, convirtiendo el arte en una forma de vida. Pero rápidamente eso cambió, y el black metal se “domesticó” y “profesionalizó”, ampliando su espectro de seguidores más allá de la locura del Círculo Interno, y trascendió las fronteras de Noruega. Su sonido se hizo más limpio, los riffs de guitarras más elaborados y las letras de las canciones incorporaron elementos de la literatura romántica y del simbolismo (los ingleses Cradle of Filth, sin ir más lejos). Este nuevo black metal sólo conservó la temática satánica del black original, haciendo a un lado los símbolos del nazismo.
Sería preciso comprender el movimiento del Círculo Interno en su profunda y compleja dimensión simbólica, étnica y xenófoba para entender cómo es posible que los horrores del nazismo hayan despertado tanta pasión en aquellos adolescentes. Hay que señalar que el pasado cultural está muy vivo en el imaginario noruego, al contrario de los países colonizados que exterminaron a sus habitantes nativos, como Uruguay. La cristianización escandinava se caracterizó por un lento proceso de conversión pacífica, en el que los jefes de las tribus se convirtieron al catolicismo voluntariamente, deslumbrados por las espectaculares monarquías occidentales.
El pasado premoderno, tribal, ofrece la base para el encantamiento romántico del pasado. El carácter combativo de los vikingos brinda la magia del mito y el refugio imaginario contra la modernidad desencantada, así como la reivindicación de un pasado idealizado, por inverosímil e inadecuada que ésta sea.
La cuestión racial puede tener anclaje en esa misma reivindicación romántica que busca la “pureza” de los orígenes. Lo decisivo parece ser la falta de discurso, de argumento o concepto: ninguna herramienta para desmentir la imaginación romántica. Y, desde luego, la violencia inusitada. ¿De dónde vino toda esa fuerza tanática, imposible de ser canalizada en un discurso, sólo expresable en incendios, profanaciones y asesinatos? Preguntas grandes para tan sólo un artículo, aunque sí está a nuestro alcance sugerir una vía de entendimiento al porqué de las esvásticas y las cruces invertidas combinadas en la imaginería del Círculo Interno.
La esvástica nazi es un símbolo mucho más aterrador y repulsivo que la cruz invertida. Mientras que el satanismo de las bandas de metal anteriores al Círculo Interno era más simbólico que real, la esvástica es el símbolo de una amenaza política real que causó el más grande trauma social y humano en la historia de Occidente. En la búsqueda por superarse a sí mismo en la expresión del mal, del horror y de la muerte, el Círculo Interno acudió a la esvástica como símbolo de máxima potencia contracultural, de máxima expresión de odio y violencia desenfrenada. Es difícil pensar en un símbolo que pueda siquiera compararse a la esvástica en el grado de repulsión que provoca en el imaginario mundial contemporáneo. Esta búsqueda por hacer evidente el mal del modo más grotesco, es parte del movimiento mismo que acompaña el nacimiento del metal: se pasa de letras sugerentes que connotan el sentido a letras de contenidos cada vez más manifiestos.
La expansión del black nazi fuera de Noruega y la coalición de bandas que integran hoy el nsbm se deben a un fenómeno distinto del que motivó al Círculo Interno. Un fenómeno infinitamente más banal, pero también más peligroso por su capacidad expansiva: se trata del simulacro, de la sed de lo espectacular, de la moda.
Sólo el simulacro es capaz de explicar un fenómeno en apariencia absurdo: la presencia de bandas nazis en Uruguay.
El Black Metal en Uruguay. ¿Por qué absurdo? Cierto, estamos compuestos por mayorías inmigrantes. Pero no hay mucha ascendencia aria para imaginar genealogías sagradas.
Opus Diaboli. Una formación del tipo cuarteto clásico, con guitarra, bajo, batería y cantante. Son conocidos por sus letras antisemitas, como “Israel in Flames”. Su guitarrista, Alexander, tiene la apariencia de un skinhead: botas de coracero, rapado, vestido de negro, y una cinta roja con la esvástica en su brazo derecho.
Siergoth es conocida en la escena underground del metal montevideano como una banda de nsbm, aunque Salvador (alias “Salvatore”), baterista y cofundador con Cristian (alias “Norsk”), lo desmiente. Salvador tiene 24 años. Lleva la cabeza rapada, la característica barba de chivo de Kerry King (Slayer), remera black metalera, jeans negros y botas de coracero. Siergoth es una palabra inventada: “Queríamos algo que sonara vikingo y lo importante era que terminara con ‘oth’”.
Cuenta Salvatore: “Todo empezó así: cuando era muy guacho me junté con Norsk y hablamos de tocar algún día, hacer black metal, y quedó ahí. Después formé Mutilation Flesh, una banda de death metal, con los ex músicos de Corpus. Estaba bueno, pero duró poco, así que retomamos con Norsk lo que habíamos hablado, y así nació Siergoth. Se nos sumó Omar en el bajo, también el guitarrista de Mutilation Flesh. Ahí empezamos a grabar el disco, que se llama Enter to the Vikings Main Domain. Grabamos cuatro temas y una introducción hecha por Norsk. Enseguida tuvimos la oportunidad de tocar en BJ, con Dawn of Defiance y Eutanasia. Nuestras letras son clásicas del black noruego: terror, muerte, guerra, vikingos”.
Sobre el nsbm: “Es de los géneros más extremos del metal. Capaz que hay cosas más pesadas, pero no es sólo cuestión de música. Choca más, pega, impacta. Está hecho para provocar. O te gusta o lo odiás. Se puso medio de moda, también. Como que juegan con eso, están ahí. Acá hay algunas bandas así. Opus Diaboli es una, pero hay otras. En este momento no me sale ningún nombre (y ríe), pero es bastante común en el ambiente del metal extremo. Tampoco diría que lo creen realmente, es una onda mas bien”.
De la ideologÍa a la moda. La militancia por las ideologías políticas exige concentración y perseverancia. Dos cualidades del orden de la razón, opuestas en todo sentido a la moda. La moda irrumpe, y así como llega, sin previo aviso, cesa. Y por el simple hecho de que se agota, aburre, “ya era”. Esto tiene su lado bueno: las esvásticas y las canciones antisemitas cesarán con el mismo capricho con que llegaron.
Jugar con los símbolos del mal para impactar parece el meollo de la cuestión. ¿Pero hasta dónde puede llegar el juego? ¿Es este juego el síntoma de una inmadurez social general? ¿O es la búsqueda de lo novedoso, del espectáculo que nos despierte del tedio de la cotidianidad? Es probable que ambas. El infantilismo, la adolescencia, juegan todo el tiempo a salirse de los límites por esos quince segundos de fama. La “onda”, la pose, lo cool. Pero no hay que engañarse: el juego no es inofensivo por no tener auténtica intención. Jugando, los niños se lastiman.
No faltan las voces que demandan censura y represión. Y hasta la muerte, en conversaciones de sobremesa o en los foros del ciberespacio. El despotismo es fácil. Pero la represión no hace más que magnificar el carácter maligno de los símbolos. Amplifica la fascinación, como lo hizo la prensa noruega tras el encarcelamiento de Vikerness.
Pero hay remedios para prevenir y tratar. Y un buen remedio es la ironía. No el sarcasmo, que es a la ironía lo que el eructo al suspiro, parafraseando a Hugo Pratt. Los símbolos del mal funcionan mientras sean percibidos como grandes, sólo hipnotizan en tanto yacen junto a mártires y monumentos. Naomi Klein habla de heridas semióticas al referirse a los grupos activistas que practican la piratería de marketing: se caricaturizan los logos de supermarcas para disipar el aura sublime de la marca en el imaginario social. Hay que cambiar la moneda del pago, salir del círculo de la deuda. Cambiar la ira por la risa. Sólo la risa empequeñece, y lo pequeño nunca es cool.